jueves, 5 de junio de 2014

Carta a mi Hermano


Carta a mi hermano
05 de Junio de 2014
Saludos Pepe.
Espero que el lugar en donde te encuentres estés disfrutando de un mejor lugar y una mejor vida.
Aquí las cosas han cambiado drásticamente desde que te fuiste. Pero antes déjame contarte cómo han sido estos días. Te contaré desde el día que partiste.
El día 22 Vicky me llamó diciéndome que habías tenido un accidente en el trabajo y que Lalo iba a ir por ella y llevarla a donde estabas.
Más tarde volvió a llamar y me dijo que ya estaba contigo pero que las esperanzas eran pocas.
Al momento sentí que algo se estaba derrumbando dentro de mi.
Una media hora después volvió a sonar el teléfono y contesté, nuevamente era Vicky para decirme que habías partido.
Mi mamá en ese momento descolgó la extensión del teléfono y escucho que era mi hermana y pregunto:
¿Qué pasó Vicky?
Le dije a Vicky: permíteme, déjame decirle a mi mamá.
En ese momento tuve que darle la noticia de que la vida le había arrancado un hijo. Y fue aún más difícil decirle a Alejandro lo que había sucedido con su papá.
Alejandro como sea entendió lo sucedido pero para mamá fue algo muy duro. Fue devastador para ella. Se derrumbó. Lloro como cuando se enteró de que mi papá había partido ¿recuerdas?
El resto de la tarde transcurrió entre llantos y sepulcral silencio. Nadie hablaba y mamá a ratos se derrumbaba.
El viernes muy temprano Roberto llevó a mamá, Sofía, Yola y Alejandro a donde te llevarían.
Yo me fui más tarde. Por cierto, en Universal Stereo pusieron una canción que había yo pedido para ti. He Ain’t Heavy (He’s my Brother) de The Hollies.

















Me acompañaron Conchita y Eva y en el camino pasamos a comprar unas flores. No sabes lo difícil que es manejar cuando las lágrimas inundan los ojos. Solo ves bultos que se aproximan a ti y luces de semáforos que se vuelven difusas.
Cuando llegamos a donde estabas, bajé de mi carro, subí las escaleras y entré a la sala. Dejé las flores en una mesa y caminé a donde estabas. Solo pude ver tu rostro unos segundos. Contuve el llanto y salí de la sala. Me alejé a donde mi madre no me viera y me derrumbe.
No sé cuánto tiempo estuve así.


A final de cuentas pude controlarme y subí nuevamente a la sala. Esperé a que mi mamá no estuviera cerca para poder estar contigo a solas. Tenía la leve esperanza de que hubiera un error y quería hacerme a la idea de no eras tu quién estaba allí.
El momento llegó, volví a derrumbarme. Lloré, maldije y quizás hasta hable contigo. No quería que ni mi madre ni mis hermanos me vieran llorando.
Al lugar acudió mucha gente que tuvo el gusto de conocerte y convivir contigo. Entre ellos estuvo Ernesto Morales a quien tenía poco más de 3 meses que te habías encontrado. Algunos compañeros de trabajo y familiares.
Fue algo muy doloroso verlos reunido para estar contigo cuando tu ya no estabas.

Estos días han sido muy difíciles. Estar conviviendo con el dolor y los recuerdos es en verdad difícil.
Mi madre llora y se derrumba a ratos y  no encuentro forma ni palabras para aliviar su dolor.
¿Sabes lo difícil que fue decirle a mi madre que ya no estabas?
Me duele enormemente verla en esa situación.
El pasado sábado hicieron una misa en Azcapotzalco y mi mamá se sentó hasta adelante junto con Laura y Alejandro. Yo me quedé atrás con mi hermana y desde ese lugar participe en la ceremonia. ¿Sabes algo? Es difícil mantener la fe cuando la vida y el destino te arrancan lo que quieres.
 En un momento mi hermana me dijo:
Estoy muy encabronada con Dios. Eso no se hace. Son chingaderas.
Yo solo me limité a abrazarla y sostener su mano. No me salieron palabras. Bastante sufrimiento era ver a mi madre, mis sobrinos y sobrinas, primos, tíos e inclusive  a Olga con el mismo sentimiento de dolor.
Déjame contarte que Olga también se encuentra mal. Ha sido un golpe fuerte para ella.
Ella no se hace a la idea de que haya sucedido esto.
En su momento me acerque a ella para agradecerle que te haya regalado momentos de felicidad, porque en verdad que te veías contento ella.
En fin, han sido días de verdadero dolor.
Continuamente publican frases, fotos o algo en tu memoria y se vuelve a abrir la herida.

¿Dónde guardaste los recuerdos de los años que vivimos juntos?
Yo me he pasado estos días recordándote.
 ¿Recuerdas cuando en el Kinder te ponías a juntar tu “Pandilla” a la hora del recreo?
Salías al patio y junto con alguno de tus compañeros comenzabas a gritar
¿Quién quiere hacer pandilla?
Y recuerdo que si juntabas bastantes chamacos. Todos juntos recorriendo el patio de la escuela hombro a hombro. Sonaba la campana anunciando que el recreo había terminado y la pandilla se disolvía.
¿Recuerdas que cada uno tenía una cubeta llena de juguetes y que los formábamos a todos en el patio y con canicas derribábamos a los monos?
¿Recuerdas las veces que mi papá te preguntaba: ¿Qué leíste? Y siempre salías con tu cantar de “El Sapito Glo-Glo-Glo?

¿Recuerdas las veces que te quedabas dormido a la hora de la comida? Siempre golpeábamos la mesa para que de súbito despertaras.
¿Recuerdas aquellos días en que nos pasábamos jugando escondidillas en las noches?
Hay tantos recuerdos que llevo en mi memoria y que me dejaste para recordar solo.
Yo quisiera haber envejecido junto con mis hermanos y recordar esos años. Recordar a los tíos, tías, primos y reír juntos mientras recordábamos nuestras travesuras pero no, la vida nos tenía que haber alejado.
Ahora estoy escribiendo a alguien que no está y que no leerá lo que quiero decir.
Me duele mucho tu partida y he llorado en soledad para no derrumbar a quien también se está haciendo fuerte.
La vida tiene que continuar pero ahora va a ser difícil acostumbrarse a que ya no estas.
Cada mañana me levanto y lo primero que veo es una urna y la luz de una vela que mi mamá no deja que se apague y pienso en ti.
Luis y Alejandro han estado a la espera de un futuro incierto pero créeme que no van a estar solos.
Lamento mucho que la vida te haya tratado así y retumban mucho en mi cabeza lo que me dijiste la primera vez que tuviste un evento. Esas palabras no se me olvidan ya que mi mamá las volvió a repetir. Ese día me dijiste:
No sé por qué me pasa esto a mi. Yo no tomo, no fumo, no me drogo y me pasan estas chingaderas. Y mírate a ti, aquí estas.
Créeme que si en mi estuviera, hubiera ofrecido mi vida para cobijarte. No solo lo haría por ti, lo haría por cualquiera de mis hermanos.
Lamento mucho que te hayas llevado esa impresión de que la vida te trataba duro solo a ti, pero no. La vida nos trata duro a todos y de cada quién depende la manera en la que adorna su infierno.
Así pues han sido las cosas hermanito.
Hace mucho dejé de creer en lo divino y mágico y respeté lo que tu creías y lo que pensabas.
Dejé de creer en un cielo y en un infierno pero sé que te encuentras en algún espacio, ya no cómo materia, pero sí cómo esencia.
Sé que estás viviendo entre nosotros y que no te irás mientras alguien tenga un recuerdo tuyo.
 Gracias hermanito por haberme permitido ser tu compañero en esta vida. Gracias por haberme permitido estar en tus ratos buenos y en los malos. Gracias por haber sido de los primeros amigos que he tenido en mi vida.
En fin, gracias por tantas cosas que vivimos juntos y perdóname por las veces que te fallé.
Si en donde estás llegas un día a acordarte de alguien, acuérdate de mi mamá, de Olga, de tus hermanos, de las niñas y los niños, de tus primos, tíos y toda la gente que te regaló un momento de su vida. Ayúdalos a superar tu ausencia. Dales una muestra de que estas bien y que igualmente nos extrañas.
Dale un abrazo a toda esa gente que seguramente te recibió en tu nuevo hogar.
Algún día nos iremos reuniendo todos
Te quiero mucho Pepe.
Te extraño mucho Hermano.
Mucha suerte en tu viaje “A través del Universo”



PD.
Ya sé que en dado momento te chocaban Los Beatles pero no encontré una mejor canción para poner.
Traté de seleccionar algunas canciones que sé que disfrutas mucho y que tienen un significado muy especial para ti.
Perdona que no encuentre la mejor manera para expresar mi sentir pero en verdad que estoy vacío.

viernes, 18 de abril de 2014

De las historias que me dieron miedo (La Casa de Don Juan Manuel)

Esta es una de las historias que me mantuvieron con miedo en mis noches de niñez.
La conocí por medio de una revista que mi tío leía, Tradiciones y Leyendas de la Colonia

La casa de Don Juan Manuel (Leyenda Mexicana)
La casa fue construida en 1783 en lo que hoy ocupa la calle de República de Uruguay #90 en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

La casa originalmente perteneció a Juan Manuel González de Cosío quien era descendiente del Emperador Moctezuma Xocoyotzin.

LA LEYENDA
Aquí llegó a vivir Don Juan Manuel Solórzano con su esposa Doña Mariana de Laguna.
Su relación de negocios turbios con el virrey Lope Díaz de Armendáris lo llevo a una situación difícil, ya que despertó el interés de la Real Audiencia.
Tal fue la desconfianza de su fortuna que llegó a pisar la cárcel y cuando salió se encerró en su casa con el temor de volver a ser detenido. Tuvo que recurrir a un sobrino que vivía en España para que el sobrino manejara los negocios.
Esto lo llevó a una situación de una áspera con su joven y linda esposa. Él comenzó a sentir celos y a sospechar que su esposa lo engañaba.
Un día sin más, se cuenta que invocó al Diablo y le propuso:
-“Saber el nombre de la persona con quién su esposa le era infiel a cambio de su alma”
Este sin más acepto diciéndole:
* “A las 11 de la noche, sal a la calle y con encaja una daga a toda persona que pase junto a tu casa. Yo me pararé junto al cuerpo y así sabrás quién es la persona con la que tu esposa te engaña”
Don Juan Manuel así lo hizo durante varias noches salió a la calle a la hora indicada y a la persona que veía pasar les preguntaba:

- Perdone usarcé, ¿qué horas son?
* Las once en punto
-  ¡Dichoso usarcé, que sabe la hora en que muere!


Los crímenes ya eran noticia del diario en la Ciudad de México (las fuentes no dicen de cuantos muertos llevaba)
Uno de esos días llegó una delegación con un cuerpo para ser identificado por Don Juan Manuel.
Este al contemplarlo, reconoció a su sobrino a quién amaba profundamente.
Por unos días se detuvieron los asesinatos hasta que Don Juan Manuel no pudo más con la carga de sus crímenes y se refugió en el Templo de San Francisco y confesó sus crímenes al sacerdote del templo.
El sacerdote le dijo que:
“Saliera a las 11 de la noche y rezara un Rosario de rodillas durante 3 noches seguidas a los pies de la horca que estaba en la Plaza Mayor.
La primera noche se presenta Don Juan Manuel a los pies de la horca y se dispone a comenzar su penitencia cuando escucha voces que decían:
“Un Padre Nuestro y un Ave María por el alma de Don Juan Manuel”
Al oír esas voces corrió a refugiarse a su casa.
Al día siguiente fue a visitar al sacerdote a quien le contó lo sucedido y este le recomendó que continuara con su penitencia.
La segunda noche se presentó Don Juan Manuel a los pies de la horca cuando nuevamente escucho los rezos que decían:
“Un Padre Nuestro y un Ave María por el alma de Don Juan Manuel”
Esta vez se armó de valor y vio que unas almas llevaban un ataúd y dentro se encontraba su propio cuerpo.
Una vez más se refugió en su casa para acudir al siguiente día con el sacerdote.
Una vez más el sacerdote le encomendó cumplir su manda.
Don Juan Manuel le pidió al cura que lo absolviera de todos sus pecados antes de acudir la siguiente noche. El sacerdote así lo hizo y en la noche Don Juan Manuel se volvió a presentar a los pies de la horca.
¿Qué pasó esa noche?
Se cuenta que unos ángeles bajaron del cielo y lo sentenciaron a morir en la horca.
Unos cuentan que escucharon sus gritos pidiendo perdón pero lo cierto es que Don Juan Manuel, al siguiente día amaneció ahorcado en la Plaza Mayor.




Unas fuentes aseguran que debido a deudas adquiridas en sus turbios negocios habían llegado al límite y sus acreedores y enemigos se encargaron de “cobrarle” a Don Juan Manuel.
Otras aseguraban que sus sospechas de que su esposa le era infiel eran ciertas y que una vez que recibió a su sobrino, este se encargó de quedarse con la fortuna, casa y esposa de Don Juan Manuel.



Pasaron los años y la gente aseguraba que en la calle de Don Juan Manuel aparecía una silueta preguntando:
- Perdone usarcé, ¿qué horas son?