viernes, 18 de abril de 2014

De las historias que me dieron miedo (La Casa de Don Juan Manuel)

Esta es una de las historias que me mantuvieron con miedo en mis noches de niñez.
La conocí por medio de una revista que mi tío leía, Tradiciones y Leyendas de la Colonia

La casa de Don Juan Manuel (Leyenda Mexicana)
La casa fue construida en 1783 en lo que hoy ocupa la calle de República de Uruguay #90 en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

La casa originalmente perteneció a Juan Manuel González de Cosío quien era descendiente del Emperador Moctezuma Xocoyotzin.

LA LEYENDA
Aquí llegó a vivir Don Juan Manuel Solórzano con su esposa Doña Mariana de Laguna.
Su relación de negocios turbios con el virrey Lope Díaz de Armendáris lo llevo a una situación difícil, ya que despertó el interés de la Real Audiencia.
Tal fue la desconfianza de su fortuna que llegó a pisar la cárcel y cuando salió se encerró en su casa con el temor de volver a ser detenido. Tuvo que recurrir a un sobrino que vivía en España para que el sobrino manejara los negocios.
Esto lo llevó a una situación de una áspera con su joven y linda esposa. Él comenzó a sentir celos y a sospechar que su esposa lo engañaba.
Un día sin más, se cuenta que invocó al Diablo y le propuso:
-“Saber el nombre de la persona con quién su esposa le era infiel a cambio de su alma”
Este sin más acepto diciéndole:
* “A las 11 de la noche, sal a la calle y con encaja una daga a toda persona que pase junto a tu casa. Yo me pararé junto al cuerpo y así sabrás quién es la persona con la que tu esposa te engaña”
Don Juan Manuel así lo hizo durante varias noches salió a la calle a la hora indicada y a la persona que veía pasar les preguntaba:

- Perdone usarcé, ¿qué horas son?
* Las once en punto
-  ¡Dichoso usarcé, que sabe la hora en que muere!


Los crímenes ya eran noticia del diario en la Ciudad de México (las fuentes no dicen de cuantos muertos llevaba)
Uno de esos días llegó una delegación con un cuerpo para ser identificado por Don Juan Manuel.
Este al contemplarlo, reconoció a su sobrino a quién amaba profundamente.
Por unos días se detuvieron los asesinatos hasta que Don Juan Manuel no pudo más con la carga de sus crímenes y se refugió en el Templo de San Francisco y confesó sus crímenes al sacerdote del templo.
El sacerdote le dijo que:
“Saliera a las 11 de la noche y rezara un Rosario de rodillas durante 3 noches seguidas a los pies de la horca que estaba en la Plaza Mayor.
La primera noche se presenta Don Juan Manuel a los pies de la horca y se dispone a comenzar su penitencia cuando escucha voces que decían:
“Un Padre Nuestro y un Ave María por el alma de Don Juan Manuel”
Al oír esas voces corrió a refugiarse a su casa.
Al día siguiente fue a visitar al sacerdote a quien le contó lo sucedido y este le recomendó que continuara con su penitencia.
La segunda noche se presentó Don Juan Manuel a los pies de la horca cuando nuevamente escucho los rezos que decían:
“Un Padre Nuestro y un Ave María por el alma de Don Juan Manuel”
Esta vez se armó de valor y vio que unas almas llevaban un ataúd y dentro se encontraba su propio cuerpo.
Una vez más se refugió en su casa para acudir al siguiente día con el sacerdote.
Una vez más el sacerdote le encomendó cumplir su manda.
Don Juan Manuel le pidió al cura que lo absolviera de todos sus pecados antes de acudir la siguiente noche. El sacerdote así lo hizo y en la noche Don Juan Manuel se volvió a presentar a los pies de la horca.
¿Qué pasó esa noche?
Se cuenta que unos ángeles bajaron del cielo y lo sentenciaron a morir en la horca.
Unos cuentan que escucharon sus gritos pidiendo perdón pero lo cierto es que Don Juan Manuel, al siguiente día amaneció ahorcado en la Plaza Mayor.




Unas fuentes aseguran que debido a deudas adquiridas en sus turbios negocios habían llegado al límite y sus acreedores y enemigos se encargaron de “cobrarle” a Don Juan Manuel.
Otras aseguraban que sus sospechas de que su esposa le era infiel eran ciertas y que una vez que recibió a su sobrino, este se encargó de quedarse con la fortuna, casa y esposa de Don Juan Manuel.



Pasaron los años y la gente aseguraba que en la calle de Don Juan Manuel aparecía una silueta preguntando:
- Perdone usarcé, ¿qué horas son?