Tendría yo como 12 o 13 años cuando vi por primera vez a una mujer desnuda, nadie me lo conto, yo lo vi con mis propios ojos.
Sobre la Calzada México-Tacuba había un bar, cabaret, antro, prostíbulo o como le quieran llamar, que se llama “Las Fabulosas”. Lugar adecuado para los que nos gustaba trasnochar los fines de semana. Yo ya me tomaba mis tragos, fumaba mis cigarros a escondidas, trabajaba, me ganaba mis 50 pesos a la semana.
Todo fue así de repente; comenzamos a tomar en casa de un amigo y serían como las 10:30 o las 11 de la noche cuando decidieron ir a “dar un rol”. Yo me apunte aun a sabiendas de que al siguiente día me regañarían.
Salimos caminando hacia la Calzada México-Tacuba, cruzábamos el cine Tlacopan, el metro Normal, el panteón Inglés, allí estaba, con anuncio a todo color, escaleras con alfombra roja, música que se escuchaba hasta la calle, coches en doble fila esperando turno para bajar a los parroquianos y también allí estaba yo esperando turno para entrar.
Ya había visitado antes cines en función de media noche, ya me había reventado la serie completa de las películas de EMANUEL, con Silvia Crystel, Las Colegialas y otras más. Ya había visitado la Zona Rosa. Ya había cotorreado con muchachas de las que cuidan los faroles en Sullivan, la Merced, ya anteriormente me pagaban 1 peso por levantar minifaldas, ya nomas faltaba hacer la “Primera Comunión” y ese día iba a estar lo más próximo a una relación.
A la entrada, cuando me vio el cadenero (antes no se llamaban cadeneros, eran saca borrachos) me impidió la entrada por ser menor de edad, estaba en lo correcto, pero cuando vio que ya traía aliento alcohólico y por una mínima “mordida”, me dejo pasar. Y allí estaban las mesas de mantel rojo llenas de vasos y botellas, borrachos dormidos y muchachas con faldas pegaditas y cortitas, en cada agachada dejaban ver su tesorito.
Pronto llegaron los vasos y botellas a nuestra mesa ubicada a la orilla de la pista. El mesero sirvió parejo y sin preguntar mi edad. Yo volteaba de un lado para otro, parecía perrito en desfile de carnes.
Sería casi la media noche cuando se apagaron las luces y una muchacha apareció en el escenario;
vestimenta al estilo Tongolele o Wanda Seux, brasier y tanga con brillitos azules y verdes. La música comenzó y ella empezó su baile. De principio se quitó las tiritas de lluvia de colores que llevaba en los brazos y a la altura de lo hombros, se dio la vuelta y se despojo del brasier. Continuó con su baile y de repente ¡ZAS! Allí estaban las niñas balanceándose y brincando al ritmo de la música. Ella se volteo y de repente ¡ZAS de nuevo! Allí estaba el tesorito, la rajita de canela como diría el buen Mike Laure.
Imagino que en ese momento quede como hipnotizado y no me di cuenta que mis acompañantes hacían señas a la bailarina para que se acercara a bailarme. Ella se paró junto a mí, yo estaba más firmes que nunca, lo que traía escondido en el pantalón se hacía presente y notorio, jalo mi silla se sentó en mis piernas, huy!!!!
Yo sentía que me estorbaba todo. Sintiendo el cuerpo desnudo de la chica saque mi arma como todo buen guerrero y dije, órale, va, al mal paso darle prisa. Muchos de los que estaban allí comenzaron a chiflar cuando vieron que la muchacha se levanto y se alejaba.
Ella subió a la pista y continuó con su baile. Yo por mientras me quede con el arma desenfundada, blandiendo en el aire, ansiosa de pelea. La música termino y ella recogió su ropa y salió del escenario.
Antes de que le diéramos fin a la botella la muchacha del show se presento en nuestra mesa, le invitamos un trago y ella acepto, se sentó y comenzó una breve plática con mis compañeros.
Y allí estaba yo, con mi sable dispuesto a pelear, viendo como la muchacha llegaba a un acuerdo con mis compas. Se acerco a mi, se sentó en mis piernas de nuevo, desabotono su brasier y me acerco sus niñas, me puso una en cada oreja. Se zangoloteo como poseída por 5 minutos y que se levanta. Yo ya había puesto a balancear mi sable y por segunda vez que me deja así, ¡¡¡jija!!! Y no, ya no quiso regresar. Mis compas comenzaron a reír, se levantaron y enfilamos a la salida. Ya en camino me decían que le habían pagado a la chica por hacerme eso. Yo les dije que le hubieran dado una lana más y que hiciera el favor completo pero decían que no, que con el dolor del día siguiente escarmentaría y que no volvería a entrar a un bar, pero les falló, con el tiempo me fui familiarizando con esos ambientes.
Y si, así fue, al día siguiente traía un dolor que ahhhhhhhh, de acordarme ya me dieron ganas de que me soben.
Hoy ya no existe tal lugar, solo queda un parque que fue construido sobre el antiguo cementerio, la capilla y recuerdos de los que allí estuvimos.
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