viernes, 26 de noviembre de 2010

Otro recuerdo

Hace mucho, mucho tiempo, en una colonia del Distrito Federal, vivía un niño de clase medio baja (más baja que media) que a sus escasos 10 años, jugueteaba, corría y hacia travesuras como muchos niños de su edad. Este niño no se llamaba Ernesto (aclaro pa´que no haya malos entendidos) cualquier parecido con algo vivido, es pura coincidencia.
Los sábados y domingos que tenía la fortuna de no asistir a clases, los dedicaba a estar en el taller de su papá y se entretenía acomodando tornillos, limpiando cobre, barriendo y acomodando herramientas propias del taller.
Los sábados después de las 4 de la tarde era libre podía montar su poderosa bicicleta y participar en carreras de vuelta de manzanas o de la Av. Marina Nacional, tomar Calzada México Tacuba, regresar por Felipe Carrillo Puerto, entrar por Lago Zirahuén, dar vuelta en Laguna de San Cristóbal y llegar entre Lago Cuitzeo y Lago Chapala a la meta. Era un recorrido de menos unos 6 o 7 kilómetros que no aportaba mucho culturalmente y mucho menos físicamente ya que por esos años ya comenzaba a hacerme amigo inseparable del cigarro. Ah perdón, no, no era yo, era otro niño, bueno, dejémosle en que era yo para continuidad de la historia.
En fin, acompañado de unos 3 o 4 escuincles igual de locos que él, digo, que yo, uno montado en su bicicleta Vagabundo, se sentía como esos gringos que salen en las fotos con su moto que traen la llanta delantera como un metro adelante; uno más con su bicicleta que le habían dejado los reyes a su hermano mayor pero que este ya no usaba; otro con su bici que siempre se le salían los pedales y que tenían que espera y remolcar al final; el niño de la historia, que se supone que no era yo, pero, ok, le vamos a llamar Neto por el momento, acompañado de su bicicleta tipo tortillero, R-18.5, y no es albur, con asiento de piel, negra, 2 llantas, una adelante y una atrás, digo, por aquello de los que piensen que a esos años el Neto usaba todavía bicicleta con 2 llantitas extras atrás, no, el Neto usaba bicicleta choncha, y con diablos en las llantas delanteras, para aquel intrépido que quisiera sentir el peligro de viajar a toda velocidad montado en una bici manejada y comandada por el Neto. Dicha bicicleta también tenía un portabultos ancho en la parte trasera, por aquello de alguna carne se quisiera subir a dar un rol, o bien para cargar motores, creo que más bien por eso tenía portabultos ancho. Únicamente le hacía falta su reproductor de Cd´s y pantalla de plasma para el asiento de atrás, pero en aquellos años traíamos una grabadora SONY que amarrábamos en alguna bici,  alguien se colgaba un morral con artos cassetes, y otro más se cargaba con uno o 2 paquetes de pilas de las anchas.
Bueno, ya fue mucha descripción y muy detallada creo.


Los domingos, a eso del medio día, estacionaban las bicicletas pegaditas a la banqueta, no digo que con las llaves puestas pero si en posición de “Me trepo y vuelo”. Esperaban pacientemente a que de la panadería “La Andrea”, saliera el cargamento de los bolillos y pan de dulce calientito que era depositado en canastas de mimbre y que el repartidor distribuiría en los diferentes expendios de pan de la colonia. Una vez montado en su triciclo y cargado de pan, salía como el jibarito, loco de contento, con su cargamento….etc. Una vez pasando La calle de Lago Chapala (que es una cuadra, 50 o 70 mts. Pa que se den una mejor idea), montábamos nuestras poderosas bicicletas y…. al ataque, al apañe, al agandalle. Partíamos detrás del jibarito. Hay íbamos, me imagino que como los soldados clon de la guerra de las galaxias. Era solo de estirar la mano y agarrar un bolillo, un tabique, una concha, una tortuga o un moño de manteca pero, ese domingo el destino fue cruel con la bola de escuincles. Después de meses de práctica, meses duros de entrenamiento, algo iba a salir mal, es más, hasta el día estaba nublado.
Una vez que montamos nuestros ponys de fuerza, Julio fue el primero en atacar; se emparejo con el triciclo del “Monini” (así le decían al repartidor) estiro su brazo y zaz, que apaña una concha de chocolate. El monini solo hizo como que nada había sucedido.
El segundo en atacar fue Sergio (El Gallo) y de botín se llevo una dona con chocolate derretido. El turno del Neto llego y enfilo su pony de acero hacia el triciclo. En un movimiento sorprendente y hábil, apaño una tortuga grande y una concha blanca, grande también. Satisfecho con el botín, disminuyo la velocidad y observo como sus compañeros atacaban como avispas. Todo esto sucedía en menos de 2 calles. Cuando Sergio vio que el Neto había obtenido el mejor botín, invito a un segundo ataque.
Sergio fue el primero en atacar. No sé si por su avaricia o más bien ha deber sido por wey que al momento en que estiro la mano para agarrar un pan, el monini, estiro también la mano para evitar que le robaran otro pan. Las manos quedaron entrelazadas como las de los novios cuando se quieren mucho. En su afán de librarse del ataque ofensivo, Sergio jalo su mano con tal fuerza que el monini levanto el rabo y medio cuerpo de su triciclo, perdió el equilibrio y en cuestión de segundos, había conchas, bolillos, pan de dulce y de todo regado por el piso, así como en la película donde el “Ata” novio de “Chachita” tira al panadero, pus ni más ni menos. El pan ya no lo levantamos porque ya lo había besado el diablo pero el Neto corrió a levantar a Sergio su compa, Julio y Lino corrieron a levantar al monini y para sorpresa de ellos, el monini se levanto solito, si, así como en la película de terminator, cuando pensamos que se iba a tardar en levantar, que se para en chinga y repartiendo chingadazos al primero que se topara en su camino. Julio y Lino fueron los primeros en caer con el hocico roto; Sergio que había sido el causante de la furia del monini, fue el que llevo la peor parte, no solo le rompieron el hocico, lo acusaron con su papá y tuvo que pagar la perdida de la mercancía y otra chinga que le acomodaron sus papás.
El Neto cuando vio que el monini había exterminado a 3 de sus compas y que con la mirada buscaba a los demás culpables, quiso pasar desapercibido pero el ojo biónico del monini lo localizo en milisegundos, no que milisegundos, lo localizó más rápido, vuelto madre diría yo.
Paralizado por un momento, el Neto no sabía si adoptar una posición defensiva o de plano emprender la graciosa huida, opto por la segunda; al ver que sus compas sangraban del hocico, como el caballo blanco, trepo en su poderosa bicicleta tipo de tortillero, y pedaleo con toda su fuerza. No recuerda cuantas cuadras avanzo sin voltear (y sin soltar su pan) por temor a ver (como en la película de Terminator), como lo perseguía el monini.
Ese día fue el que más mentadas de madre recibió el Neto, pero salió libre y sin ningún rasguño.
Los lesionados y los espantados nos reunimos horas después. Les convide de mi pan para el susto. Al Sergio le duro varios días hinchado el hocico y otros más despertábamos a media noche soñando en que nos perseguía el Moninator.
Pasada la furia del Moninator, regreso a su nave nodriza a recargar pan y emprendió libre el camino. Ya nadie se metió con él. Desde ese día se gano el respeto de la banda y a la banda le entro fobia por los panes. Cada vez que veían o escuchaban la palabra PAN, se ponían en guardia o comenzaban a decir “Cámara, ya estuvo, ya estuvo”.
Pinche Monini, espero que por lo menos este estornudando ahorita que me acorde de él; si no, pus ni hablar mi hermano, hay nos encontraremos de nuevo.
Todo esto regreso a mi memoria como una película en blanco y negro.

P.D. Acuérdense que no era yo, le preste mi nombre al niño de la historia.

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