La escuela primaria a la que iba hace apenas unos 35 años, aun se mantiene de pie. Escuela a la que asistieron mis tíos, mis padres y mis hermanos.
La escuela está ubicada en las calles de Lago Salesiano, Laguna de San Cristóbal, Lago Xochimilco y Av. Marina Nacional, en la colonia Anáhuac, Santa Julia.
Recuerdo que cuando ingrese por primera vez, no sabía qué hacer, donde formarme, a donde ir, me espante, eso es lo cierto, ver tanta inmensidad. Y es que la escuela abarca toda una manzana.
Tiene un patio por el que puedes acceder por lago Salesiano y salir por lago Xochimilco o también por Marina Nacional. Cuatro edificios de 3 pisos, cada uno destinado a los grupos de 1º a 6º, biblioteca, auditorio, gimnasio, alberca tipo olímpica. Una hermosura.
Pasillos, pisos y todo por dentro terminado en mármol pulido y en los que se podía patinar al gusto.
Los lunes que eran inicios de clases, entrada a las 8 de la mañana, formaban a todos los grupos en el patio principal, 57 grupos entonces, separados en filas de niños y niñas por grupo. Hacíamos ejercicios de calentamiento, tomar distancia por tiempos, flanco izquierdo, flanco derecho, posición de descanso. Hacíamos nuestros homenajes a la bandera, después de escuchar a algunos compañeros exponer temas que eran preparados con anterioridad, la directora tomaba el micrófono y comenzaba el rollo:
- muchachos, buenos días-
- Buenos días querida directora –respondía toda la escuela a coro
Después de un rollo estimulante para el inicio de semana de 15 minutos se escuchaba la voz fuerte y firme de la directora:
-Con la música a sus salones, ¡Ya!-
En los altavoces que estaban colocados estratégicamente, uno en el edificio de baños y gimnasio y otro en el edificio de entrada comenzaban a retumbar con “La marcha Zacatecana”.
Y allí íbamos los chamacos formados, como en la película de Pink Floyd, y, hay de aquel que se rompiera la fila de formación, era detenido por alumnos de 5º y 6º que vigilaban el acceso a los salones. No pasaba que nos dejaran parados hasta que ingresara el último grupo, te pedían tu nombre y el grupo era amonestado; cuando el grupo llegaba a un límite de reportes, alumnos y maestro, eran castigados limpiando baños, patios o a hacer labor de limpieza.
Por supuesto que a mí me detuvieron y muchas veces, no nada más unas cuantas. No, como chamaco inquieto, no faltaba a quien le hiciéramos alguna broma, le tropezábamos el paso, un empujón o nada más porque le caímos mal a algún chamaco de la vigilancia.
Al igual que me detuvieron, también detuve a varios chamacos, más bien a algunas chamacas, si, ya andaba yo queriendo dar topes.
Estaría yo en 5º año cuando en alguna ocasión detuve a una niña de 6º, ya la traía yo en la mira de varios días antes (ya desde entonces me gustaba más grandotas que yo) La niña venia bien formada, no venia corriendo ni nada, solo la detuve para saber su nombre. Al siguiente día la volví a detener, le dije que me gustaba y que quería que fuera mi novilla, lógico que a ella le causo gracia la proposición. Pero al tercer día que la detuve y cuando le pregunte:
- ¿Quiubo, ton´s que? ¿si o no?-
Ella vio la seriedad en mi rostro y solo dijo:
No, es que no he pensado en novio todavía, quiero estudiar primero y bla, bla, bla
Yo molesto con la negativa le advertí que si no me aceptaba como novillo, iba a poner en el reporte que me había empujado y faltado al respeto, motivo suficiente para llamar a sus papás.
Espantada por lo que fuera a suceder, ella acepto una cita en los frontones del patio principal a la hora del recreo. Y si, allí estaba yo, esperando a mi Dulcinea, verla llegar corriendo a mis brazos. Lo malo es que no venia sola, venia acompañada de algunas de sus amigas, la verdad, ni las conté, para que me molestaba. En su mirada se veía los planes asesinos que traía.
Cuando estuvimos frente a frente lo primero que dijo fue
- A ver, ora si ¿Qué quieres pendejo?-
Digo, no es que me haya espantado lo que dijo, ya otras veces me habían dicho igual, y hasta más feo.
Nomas sentí un jalón de cabello, una cachetada y una patada allí, donde duele mucho, todo al mismo tiempo; corrí lo más pronto que pude, para eso si no había nadie que me ganara. Ya cuando las perdí de vista. Ya casi terminaba el recreo y yo aun no podía comerme mi torta ni mi boing, estaba yo escondido entre la multitud de chamacos que paseaban en el patio.
Lo bueno es que, como es una escuela grande y yo como todo buen explorador, sabía todos los lugares para llegar a mi salón. Recuerdo que fui el primero en regresar.
Llego la hora de salida y confiado en que ya se le había pasado el coraje a la chamaca, salí por lago Salesiano, que era la salida más próxima a mi casa y allí estaba, en bola de nuevo, queriendo terminar lo que ya había empezado. Regrese al patio y busque salida por Marina Nacional y la chamaca había apostado allí otra patrulla de vigilancia; regresé para salir por lago Xochimilco y esa era la única salida que me habían dejado. Salí a la calle seguro de haber burlado el sitio que me habían puesto. Lo que no contaba es que me las iba a encontrar de nuevo dando vuelta a la calle de San Cristóbal. Hay venía el grupito de 10 chamacas dispuestas a todo. Decidido a jugarme la vida, me amarre bien mi mochila y pegue carrera de frente a ellas; fueron como 3 guamazos los que sentí, pero como yo había agarrado carrera, me valió madres lo que estuviera al frente. Cuando sentí que ya la había librado, detuve mi carrera y miré atrás y allí estaban las 10 chamacas en el suelo, unas trataban de incorporarse y otras noqueadas y otras dando vueltas como bolos de boliche.
Seguro de haberla librado, camine hasta llegar a mi casa y esperar el siguiente día.
Al siguiente día la volví a ver cuando se dirigía a su salón. Se me quedo viendo con odio cuando paso junto a mi pero esta vez ni la pelé, deje que se fuera.
Pasados algunos días y ya todo más tranquilo, ella me busco para platicar, terminamos siendo amigos. Para a su salida de 6º año me invitó a la fiesta que harían en su casa.
Para cuando salí de primaria ella estaba en la secundaria, un año siempre adelante. Ingresé a la misma secundaría que ella y allí si no la salvaron sus compañeras. Solita cayó.
Ah, el recuerdo de mi primera novilla.