jueves, 2 de diciembre de 2010

De mi calle



La calle en la que viví por 16 años, está ubicada en el barrio de Santa Julia, Laguna de San Cristóbal. No es una calle grande, no es famosa, no vivía gente importante; es una simple calle en la que inicie mi mundo.
Nunca conté los lotes que forman la manzana pero andará por unos 10 lotes por cada lado si la memoria no me falla. 20 lotes, unos empleados para casa particular, otros como vecindad y otros como departamentos.
En esos mis primeros años, la calle estaba llena de negocios, voy a tratar de recordar algunos de ellos y algunas personas, si me falla en alguno, les pido disculpen mi amnesia.
Comenzaré de la acera donde yo vivía, de Lago Chapala hacia Lago Cuitzeo.

En la esquina había una paletería, atendida por Lyly y su esposo. Muy sabrosas por cierto. Hoy ya no existe.
En el siguiente lote no había negocio pero si podíamos comprar unos huevos frescos de guajolote o de gallina con Doña Beatriz que aparte de comerciante también trabajaba haciendo limpias (Ay señora, cuanto batallo con la generación de mis tíos y con mi generación). En ese mismo lote (vecindad) vivía Don Popillo; en un principio el señor tenía un negocio de mesas de futbolitos, después se dedico a la compra y venta de coches. Un día les platico de los paseos que nos dábamos con el señor, su familia (Sergio, Marta y Víctor) y la palomilla.
En seguida vivía Fragoso, casa particular sin negocio.
El famoso 105 de San Cristóbal, mi vecindad. 4 negocios, 1º, carnicería “El Porky”, local  que paso luego a manos de mi tío Roberto. 2º, local que tenía entrada por el patio y que en un principio fue imprenta, después paso a ser taller de enderezado y cromado. 3º, la tiendita de la güera que después paso a ser propiedad de mi tío. 4º, la carbonería, allí podíamos en ocasiones conseguir un alacrán para jugar. Dentro también había el comercio. Estaba Doña Margarita y Doña cuquita, personas que a su edad, recorrían unas 10 cuadras empujando un carrito de mandado cargado de dulces y chucherías, para llegar al mercado de Santa Julia y vender sus dulces. Y como olvidar a los taxistas del 13. De estos, hoy solo están el taller de enderezado y cromado y un negocio de venta de aceites y refacciones automotrices.

En seguida estaba la casa de unos viejitos que nunca supe su nombre o más bien, nunca me preocupe por saberlo, solo sé que cuando se volaban las pelotas, eran pérdida total.
Los departamentos de los clutch. Negocio que en aquellos años era prospero y que hoy es una tienda.
La papelería, atendida por el señor y la señora. Hoy es una estética de animales.

Llegando a la esquina de Cuitzeo y San Cristóbal. Estaba la tortillería de Polo.

Regresando pero ahora del lado de enfrente.
En la mera esquina, estaba la tienda de Don Luis, la mejor surtida en esos años, equipada con llamadas de teléfono. Hoy taller de enderezado y cromado.
Al lado estaba la reparadora de calzado. Hoy taller de herrería.
En seguida estaban los departamentos donde vivía Julio, Lino y Rocío, ya les contaré la triste historia de esta niña. Aquí no había negocio.

Continúa la serie la casa de Doña Alicia. Tampoco había negocio pero la señora en sus ratos libres fungía como enfermera, ella es la culpable que hoy mis pompis luzcan desinfladas. Ya nomas veíamos que venía con su estuchito metálico y sabíamos que venía la inyección.
Llegamos al 102. Casa donde vivió mi abuelita, mis tíos, mis primos y donde aprendí el oficio de embobinado de motores, el taller de mi jefe. Casa propiedad del tío Pepe, hermano de mi abuelita. Ah!!!! Que recuerdos de esa casa. Hoy hay un negocio de papelería y una tienda atendida por mis parientes.
Continuamos con la siguiente casa. Allí teníamos al principio un salón de belleza, hoy existe un consultorio dental.
El siguiente terreno era ocupado por la panadería La Andrea, que ya fue motivo de un recuerdo.
En seguida se encontraban los Baños Rosita con su local de peluquería atendida por Don Fulgencio. Un día les contaré de las borracheras en los baños. Hoy en ocasiones funcionan los baños y la peluquería ya no existe.

Para finalizar, estaba en la esquina un terreno que en aquellos años solo era barda y era ocupada por “El paisa”, señor que en las noches ponía su negocio ambulante de tacos de tripa, suadero, longaniza, surtidos y campechanos. Regularmente comprábamos un bolillo, acudíamos con el paisa y por unas mínimas monedas, nos depositaba una puñada de carne. Ah que sabrosas eran esas tortas.
Esa era mi cuadra

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